Cuánta tristeza me embarga,
presintiendo que un ser querido se va,
quizás sea en breve
o quien sabe si su físico le aguantará,
qué desazón me sobrecoge,
un come come incesante,
angustia vital de no querer que suceda,
no te marches aún, padre,
aunque tampoco quiero que sufras,
no deseo verte padecer,
no concibo la idea de que nos dejes,
quiero volver a ser niño,
ser feliz y candoroso,
despreocupado e inconsciente,
del paso inefable del tiempo,
presumiendo que seréis eternos,
de vosotros que me concebisteis y me disteis la vida,
no quiero que me dejes padre,
sé que cuando lo hagas,
una brecha insalvable se habrá abierto en mi destino.