Estornudé mi rabia,
alejé los fantasmas,
y eché fuera todos los balones,
esos que habitaban en mi cabeza,
clavándose como puñales,
dejando una profunda marca,
que hacía imposible seguir respirando
haciendo inhabitable mi espacio,
pues sorbían de la savia,
y hostigaban buscando la sequía,
carcomiendo cualquier resquicio,
¡basta!, me dije,
salid de dentro, no os quiero.
Estornudé mi puta rabia,
y comencé a concebir,
otra más nueva y original.